Me suele pasar que cuando medito
en alguna situación o concepto en especifico, me gusta buscar su significado en
el diccionario. Algunas veces lo encuentro tal cual lo concibo, otras veces es fruto
de lo aprendido de otras personas, o de lo estudiado en diferentes fuentes de
datos, o de lo experimentado en forma personal. Otras veces simplemente no me resulta
del todo satisfactoria la definición encontrada.
Hablando de confianza, el diccionario de la real academia lo define en primer
lugar como: Esperanza firme que se tiene de alguien o algo.
Esta acepción aunque se me antoja
adecuada, me da mucho tema para analizar desde mi punto de vista como
emprendedor. Si desmenuzamos más la frase y vemos la palabra "esperanza",
el diccionario nos dice que es: un estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se
desea.
Si la esperanza es un "estado
de ánimo" y la confianza es "la esperanza en algo o alguien"; es
fácil entender porque se dice que la confianza es fácil de romper, debido a que
los estados de ánimo tienen la característica de ser frágiles y por ende cambian
fácilmente. Máxime cuando adoptamos la posición comúnmente usada de:
"Usted debe ganarse mi confianza" o "Con poco pierde mi confianza".
Si aceptamos esta
"realidad" en el mundo de los negocios y en nuestra relación con
posibles colaboradores de todo tipo (empleados, socios, familiares, etc.) El
resultado suele ser similar al de los estados de ánimo: fragilidad y cambio
constante. Lo cual en mi experiencia como emprendedor me resulta poco funcional
y termina siendo un indicador claro de una mala administración.
¿Debería cambiar mi confianza en algún
colaborador cercano debido a mi estado de ánimo? ¿En que se baja la esperanza
que tengo en mi entorno laboral? Personalmente me ha resultado más productivo
basar mi confianza en un factor que me gusta definir como un concepto matemático y que se asemeja al segundo
significado que muestra el diccionario de la palabra esperanza: Valor medio de una variable aleatoria o de una distribución de
probabilidad.
De esta forma se traslada la
responsabilidad desde la persona en la cual se deposita la confianza hasta el
individuo que crea la esperanza, cambiando un simple estado de ánimo, por una estudiada
acción estratégica; basada en una visión y en un cálculo matemático.
Recordemos que gerencialmente
hablando tomar responsabilidad (control) sobre el curso de los acontecimientos
es vital para una correcta operación que nos permita cumplir metas planteadas.
Por supuesto que es mas fácil para nosotros como administradores, no tomar
responsabilidad y apuntar que un colaborador "ya no genera confianza",
"ya no da la talla", que un socio "no estuvo a la altura",
etc. Y podría haber algo de verdad en esas acusaciones, sin embargo, antes de
todo eso debe existir un examen riguroso de nosotros mismos y nuestros procedimientos
administrativos para descartar que la responsabilidad sea nuestra.
Aquí surgen preguntas básicas
sobre nuestro proceso gerencial: ¿Como están mis procedimientos y políticas de
reclutamiento?, ¿Cuánto tiempo he invertido en "couching"? ¿Están
claras las cargas operativas en los diferentes individuos y de acuerdo a sus
capacidades? Si soy socio y estoy perdiendo esperanza (confianza) en el proyecto, debería preguntarme lo siguiente: ¿Conozco en detalle los alcances y potencial de mi
negocio? ¿En qué porcentaje entiendo los flujos del negocio? ¿Qué
responsabilidades/derechos tengo como socio? etc y etc.
Si usted es un empleado en
cualquier compañía, usted podría darse el lujo de simplemente asignar
responsabilidades a otros y pedir resultados. Sin embargo los emprendedores no
podemos darnos ese lujo, nuestro obligación primaria administrativamente hablando
debe ser: SABER. Y saber implica que nuestra confianza no se basa solo en lo
que la otra persona, situación o cosa es o representa. Es más un control estratégico
realizado mediante estudio, preparación, herramientas administrativas tales
como: optimización en reclutamiento, acompañamiento, procesos operativos profesionales,
uso de tecnología acorde y una clara visión de los flujos de trabajo, entre
otras cosas. Con todo esto un buen administrador realiza cálculos, y esas
probabilidades le dan la certeza (esperanza) para confiar en obtener los resultados
que le permitan alcanzar las metas determinadas.
Si bien es cierto existen límites
que demarcan con hechos concretos cuando una persona defrauda nuestra confianza,
esto tampoco tendría que ver con estado de ánimo, sino una definida, clara y
establecida política interna para dichos efectos, y que por supuesto debe ser
de conocimiento de todos los involucrados.
Dario Morales
15 mayo 2016